sábado, 18 de abril de 2009

Sabias mujeres



Está en el aire. Y no sé como hacen, pero lo intuyen, lo saben... y se alejan.
Te dan un masazo de indiferencia o te tiran al pecho con metódica crueldad.
No importa. Te ganaste el descarte.
Sabias mujeres...perfectas armas de destrucción teledirigida,
las vistió así el fin de un siglo y el comienzo del otro,
revocaron la ancestral compasión, abandonaron la mesa de café por el boliche,
se metieron un auricular en la oreja complaciente y otro en la oreja conformista,
pasaron de largo por la serena bahía y los parques chorreantes de melancolía,
y dejaron el salvador instinto maternal para los menores de cinco, sin nodriza.
¿Las hizo así la necesidad de defensa? ¿Fueron nuestros errores y atentados?
¿O fue el natural desenvolvimiento de su independencia, de sus búsquedas internas?
Sabias mujeres... Arrugado junto a la última carta está nuestro último refugio,
agujereada por tacos en punta está la espera, quitaron la última red. Fue definitivo.
No aprendieron a llorar y cuando lloraron, cuando finalmente las hicimos llorar,
fue definitivo.
Perdimos la poderosa profundidad del encuentro a la intemperie.
Perdimos el exacto recodo donde la desesperanza nos pierde pisada.
Perdimos el reflejo del rostro propio y del hombre mejor que nos prometimos ser.
Perdimos la oportunidad del perdón y el arrebato en una explosión de vida.
Perdimos el antídoto contra los aullidos de la soledad.
Perdimos el súbito roce de lo absoluto, el milagro en medio del vacío repetido.
Perdimos la verdad, el sentido, como don de una mirada interminable.
Y ganamos un cuerpo fugaz y desconocido al otro lado de la cama.
La misma cara borrosa entre alcohol y humo.
Dos asientos en un tren repleto, cargado de cansancio, miedo y renuncia,
con máscaras coloridas, de singular manufactura, que vienen y van
vienen y van entre polvo eléctrico y luces enceguecedoras parecidas al júbilo.
Dos asientos que de pronto es uno. Y el ciclo se renueva. Y es igual.
Los placeres y los días, y afuera amanece. ¿Los placeres?
Sí, los placeres. Los que quedan, los únicos conocidos, los que al final todo lo pueden.
Los que sólo desaparecen de cara al sol que asoma, sobre la vereda húmeda.
Los que únicamente no resisten el silencio y el alma acurrucada.
Y ese necesidad inoportuna de que el vos y yo sea algo más.

Perdimos. Está en el aire y lo detectan.
Tu soledad es sombra y autocompasión en un tiempo que las rechaza...
Por lucidez, por inteligencia, por fina sintonía emocional,
serás advertido a tiempo como el perro herido
al que se puede mirar y dar una oportunidad, pero que nadie levanta.
¿Las hizo así la necesidad de defensa? ¿Fueron nuestros errores y atentados?
¿O fue el natural desenvolvimiento de su independencia, de sus búsquedas internas?
Sabias mujeres...
De cuando en cuando elegirás permanecer en el piso,
de cuando en cuando exigirás el derecho a tus lágrimas,
de cuando en cuando rehusarás los placeres conocidos,
aferrarás tu sombra, mirarás a la cara al silencio y al miedo,
y tragarás el vacío como filos que te abrirán la garganta.
Y les darás la razón, reconocerás su sabiduría, porque así a nadie sirves para nada.
Pero elegirás no servir a nadie. Y te sentirás por momentos digno.
Tarde o temprano vendrán los amigos. Hombres como tú
que hablarán de experiencias como las tuyas, ya superadas.
Poco a poco obtendrás alivio.
No te sentirás tan solo, descubrirás que hay otros, miles, todos,
que irán materializándose como fantasmas en un territorio transparente, frío e inhóspito:
el que nos dejaron las mujeres con su éxodo a la distancia, con su cercanía a lo igual,
con su aspiración a lo más fuerte y alto,
con su definitiva sabiduría de puentes rotos
entre tu miseria y su tesoro
entre la redención y tu condena.

(2009)

Pintura: autor desconocido - Fuente: Internet